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EL PERÍODO UPANHISHÁDICO (800 a 500 a. C)

Al final de la fase védica, el grupo sacerdotal, muy bien organizado, está afianzando en sus ventajas y privilegios y no olvidan jamás, en los Brahmanas, recordar al resto su superioridad. Sin embargo, comienzan a emerger nuevas concepciones, y los profanos se mezclaron con las controversias del grupo de los intelectuales. De la propia casta de los brahmanes salían a la luz los librepensadores que negaban la eficacia del culto y de la generosidad hacia sus representaciones.

Hartos y desencantados de tanto formalismo ritualista y poco efectivo, estos espíritus libres emprendieron la búsqueda interior y se retiraron a la soledad de los bosques. En ese entorno tenía lugar la práctica del sacrificio interior, mediante el cultivo del ardor interno, a través del ascetismo. Este proceso tiene su respuesta en los Aranyakas, “reflexiones hechas en el bosque” y su máximo desarrollo en las Upanishad; en éstas, el conocimiento (jnana) pasará a ocupar un primer plano, mientras que el sistema sacrificial perderá el esplendor anterior.

El desarrollo y propagación de las especulaciones de este grupo de desencantados constituía una seria amenaza para los intereses económico-ideológicos de los sacerdotes. No obstante, lejos de enfrentarse con estos grupos, los brahmanes absorbieron esta corriente, formulando la doctrina de las cuatro ashramas o etapas de la vida. Según esta teoría, los individuos pertenecientes a una de las tres castas superiores pasaban idealmente por cuatro fases en su vida.

Brahmacharya (5 a 26 años, vida estudiantil) El niño vive con su familia hasta la edad de 5 años. A continuación, se envía a un Gurukul (casa del gurú) donde vive con un gurú (maestro), adquiriendo conocimientos de ciencia, filosofía, Escrituras y lógica; práctica la auto-disciplina y el celibato y aprende a vivir una vida de dharma (rectitud).

Grihastha (27 a 54 años, vida familiar) Es el padre de familia, se dedica a disfrutar de la vida familiar, la realización de los deberes de la familia, la sociedad y el trabajo remunerado que ofrece sacrificio a las deidades.

Vanaprastha (55 a 81 años, vida de retiro) Una vez finalizados los deberes como cabeza de familia, gradualmente se retira del mundo y se convertía en ermitaño, comparte su sabiduría con los demás y se prepara para la renuncia completa de la última fase.

Sannyasa (82 a 108 años, vida de renuncia) Se retira completamente del mundo convertido en vagabundo sin hogar, en asceta, se consagra completamente a la búsqueda de moksha a través de la práctica de la meditación.

El sistema Ashram es creado para dar lugar a un cumplimiento de los cuatro objetivos de la vida, es decir, Dharma (rectitud), Artha (riqueza), Kama (placer) y Moksha (liberación).

Este grupo de desencantados aspiraba a hallar otras vías de salvación y otros fundamentos para sus reflexiones. Los resultados de esta corriente intelectual fueron los Aranyakas, “libros del bosque” y las Upanishad, “enseñanza secreta”, comunicación reservada a un número restringido de alumnos.

Las Upanishad, calificadas como los “Himalaya del alma”, son el punto culminante del antiguo pensamiento de la India. El principal mensaje de los textos upanishádicos es la identidad del espíritu individual (atman) con el espíritu universal (Brahman). Dicha identidad esta ilustrada en la Chandogya- upanishad VI, 13, 1, en una conversación entre Uddalaka Aruni y su hijo Shvetaketu:

Pon esta sal en agua y vuelve donde mí mañana.

Así lo hizo. Su padre le dijo: “tráeme la sal que pusiste ayer por la tarde en el agua”. Shvetaketu la buscó y no la encontró, pues se había disuelto.

“Prueba el agua de la superficie. ¿Cómo sabe?”

“Está salada”.

“Prueba el agua de en medio ¿Cómo sabe?”. “Está salada”.

“Prueba el agua del fondo ¿Cómo sabe? “Está salada”.

“Arroja esa agua y vuelve donde mí”.

Shvetaketu hizo así y le dijo a su padre “La sal en todo momento está en el agua”. “En verdad, hijo mío, tú no percibes aquí al ser y él está aquí.

Todo esto está constituido por aquel elemento sutil; él es la realidad; él es la esencia y tú eres eso, oh Shvetaketu.”

El conocimiento supremo es el conocimiento del yo”, al que se hace referencia en las Upanishad con los nombres de atman Brahman. El término atman, indica en el Rig-veda el “aliento”, alusión a la respiración del dios Varuna; que en los Brahmanas se transforma en un “alma, uno mismo, yo”; la personalidad inmortal que el sacrificador fabrica reunificando sus propias funciones psicofisiológicas por medio del sacrifico.

En las Upanishadâtman es una concepción nuclear, designa al yo inmortal, trascendente en su sentido más básico y hondo, conciencia pura, el principio idéntico a Brahman. A ese atman se adhieren los frutos de nuestros actos, es decir, el karma. La meta principal de todos los seres humanos es la liberación (moksha) de su atman de su encadenamiento al ciclo de las reencarnaciones (samsara).

Brahman es la otra gran noción de la Upanishad. En un principio significó “oración” o “palabra”. En los Brahmanas, la palabra Brahman designaba la potencia arcana que mantiene el universo, la fuerza del sacrificio, la energía cósmica producida o conducida por los ritos sacrificales escrupulosamente ejecutados. En las Upanishad, Brahman es concebido como lo Absoluto, la única Realidad, inefable, inmanente y a su vez trascendente:

Imposible de atrapar con palabras, Brahman va más allá de cualquier definición; no puede limitarse mediante las categorías conocidas por el entendimiento humano. Neti neti (no así, no así) es la conclusión. Es concebido como Ser, Conciencia y Beatitud (Sat-cit-ânanda). El axioma básico de las Upanishad es que Brahman es todo.

Una de las grandes intuiciones que hallamos en las Upanishad es aquella que afirma que el alma humana, el atman, el “yo”, es idéntica al Brahman, alma universal, el Todo. El individuo que conoce esta identidad ha logrado la sabiduría.

La ignorancia de la verdadera naturaleza del yo es, según la literatura upanishádica, el origen del encarcelamiento. Esto conduce a la identificación falsa del atman con el “ego”, la psique y la corporalidad; y como resultado de todo ello, el atman queda preso en las redes del samsara. Ahora se trata de buscar la salida. Las Upanishad proponen lo siguiente;

“El alma ha de apartarse primero de los estrechos límites de la existencia empírica, rompiendo los muros de la finitud. Esto ha de lograrse mediante el cultivo de un espíritu de renuncia (vairâgya o tyâga). Pero la renuncia sólo podría ser completa con la luz del conocimiento. Mediante el conocimiento de Brahman que supera finalmente la ignorancia (…) Brahman debe conocerse siendolo. El proceso de comprenetación con Brahman comprende tres etapas (…) la primera significa el estudio de las Unapisad bajo una gúia decuada. La segunda exige una convicción intelectual de lo que enseñan las Upanishad que se obtiene mediante la reflexión infatigable y el análisis lógico. La tercera etapa, que es meditación persistente, conduce a la sabiduría última (…) el conocimiento de todas estas disciplinas es conducir al aspirante al conocimiento de la realidad no-dual”.

Es curioso observar cómo en las Upanishad (también en la Bhagavad-gîtâ, el jainismo y el budismo) las deidades pierden el primer puesto en favor de los hombres. En esta etapa, los sacrificios dieron paso a éticas humanas; el monoteísmo reemplaza al politeísmo y en lugar de los rituales védicos se desarrolla una tendencia hacia el conocimiento y la devoción. También asistimos al proceso de unión de los elementos védicos y no-védicos de la cultura india. El fruto de esta ósmosis es sorprendente y las Upanishad son verdaderas piezas maestras de espiritualidad y filosofía.